viernes, 31 de diciembre de 2010

Ella nunca dudó en advertirme de que la tentación siempre vive cerca. Y claro, yo no dejaba de ver en sus palabras esa maldita tentación con la que no aprendía a convivir. Ángel, tres años mayor que yo, era la tentación, o quizá sea más correcto destacar que era el ‘polvo pendiente’. El problema radicaba en averiguar si era yo, como pensaba, el que manejaba la situación, o ella, la que desde su sensualidad era la que dominaba mis sueños eróticos y decidía si había polvo o no.
Nos encontramos en el ascensor.Nos dimos las buenas tardes, y bajamos la mirada. Así, en silencio, subimos cinco pisos… El ascensor desprendía calor y el espejo del habitáculo reflejaba su perfil. Pelo moreno, media melena, ojos negros, pómulos marcados, expresión tersa, labios perfilados y opacos… Su presencia invadía el presente con un olor a aceite perfumado que no necesitaba de chanel. Era noviembre… y las brujas se habían encarnado en ella… El ascensor se paró. La puerta automática se plegó y abrí la puerta de acero para que saliera ella. No quise evitar clavar mis ojos verdes en su trasero. Pantalón negro agarrado a sus caderas, botas altas y una cazadora de cuero concluían el luto de su ropa para una tarde intensa lluvia.


Se limitó a dar las gracias mientras atravesaba la puerta en dirección a su apartamento. No dije nada, y ella miró.
-Vaya tarde pasada por aguas. Menos mal que ya me quedo en casa. El mejor sitio en el que se puede estar hoy.
No dudé en entrar en la conversación a la que me invitó.
-Pues sí. Yo también me quedaré en casa. Buenas tardes.
Saqué las llaves del bolsillo, las acerqué a la cerradura y sin mirar atrás abrí la puerta y me perdí en mi apartamento.
No pasaron más de cinco minutos cuando sonó el timbre… Y me vino a la mente la imagen de Ángel, despertando mis instintos más salvajes… No sé… pero averigüé que ella era…
-Perdona que te moleste.
La miré… me miró… y me dijo con ojos vidriosos.
-Sólo quería invitarte a una copa. Parece que la tarde se nos puede hacer eterna. Tengo un buen ron que podemos compartir.
Vaya… Pensé tantas cosas… que me apunté sin dejarme desear.
-Perfecto. Vamos
La tarde empezó a las cinco de la tarde y acabo a las nueve de la noche. Acabamos con media botella y con mi cuerpo impregnado de su fragancia. Fue fabuloso, bueno, mejor, irrepetible. Su piel suave y blanca… sus pechos rosados, sus caderas dibujadas, su media melena rompiendo sus hombros y su ombligo sabroso. Su cuerpo tatuado con delicadeza me llevó al éxtasis. Hermosa, madura y peligrosa me llevó a momentos de excitación que sólo se enredaban con el rosal espinoso que recorría la belleza de su cuerpo desde su pecho hasta su tobillo.
Me destrozó con sus movimientos, con sus caderas y su sexo suave. Me invitaba a follarla sin piedad, su voz mojada clavada en mi mente no dejaba de pedir más pasión. Sus piernas me atrapaban, me mordía su clítoris erecto. La penetré mientras su cintura crujía de placer y se movía dando círculos a mis latidos. Cabalgamos, nos lamimos y nos mojamos sin dejar nada para el día siguiente, pues los dos sabíamos que nunca existiría día siguiente.

viernes, 24 de diciembre de 2010



Ella es el sueño convertido en mirada. La siento en silencio, rozo su calor y la humedad de sus labios carnosos. Recordarla es excitación, locura y dulces besos. Fue una única vez, fue pecar y tener la penitencia eterna de recordarla.
Desapareció igual que apareció. Volvimos a nuestras vidas como si nada hubiera ocurrido. Quizá fue así, pues fue pasión, locura… erotismo… eternas sensaciones envueltas en una tarde.


Recuerdo levemente su nombre, pero aún saboreo tus pechos, la dureza de sus pezones y la sensibilidad de sus caderas. Nos cruzamos dos miradas… sus ojos verdes rompieron mi alma desolada. Giró la cabeza para dejar que sus tirabuzones invitaran a navegar por la tentación. Fueron suspiros previos a la batalla.

No fue en terreno neutral, su apartamento se abrió a la escaramuza que compartimos en un catre que siempre llevaré en mis ojos. Nos prometimos no repetir, nos entregamos a ese instante siendo conscientes de que quedará escondido en nuestro interior. Mis dedos rozaron su espalda, sentí su piel suave, su olor a lujuria, estiro su cuerpo esperando sufrir el peso de mi cuerpo. Desnudos, sus pechos húmedos, sus pezones firmes, jugando con sus manos… Ella dominaba la escena con sus muslos. Abrió sus piernas, me atrapó entre su calor y su humedad y su pubis rosado y cuidado buscó mi sexo sin querer enredarse en previos. Mi lengua se perdió por todo su cuerpo… Su respiración… sus jadeos… sus miradas… sus dedos huesudos y manos cuidadas atraparon mi torso… Belle, dulce, hermosa… pasión, tentación, locura… Ella… un regalo… con trampa…
Hoy, casi dos años de aquel momento… Y la he vuelto a ver… He recordado su sabor… Nos hemos mirado en secreto, para mantener el pecado oculto y sin atrevernos a romper la monotonía de la vida que protagonizamos por separado… pues, somos conscientes de que la magia reside en el Secreto; lo Oculto… en ese instante que no repetiremos jamás.