viernes, 21 de diciembre de 2012

TINA


Nunca he querido parar a recordar cómo nos conocimos. Es un tabú para ella y una tarde pasional para mí. Y no sólo tenemos desencuentros en este asunto, sino en casi todo, menos cuando nos atrevemos a compartir sensaciones y pasiones que deseamos compartir.

Aunque la distancia no es un problema, sí que es la excusa que nos permite seguir enganchados a ese día de sexo desenfrenado que nos ha condenado a vivir atados el uno al otro; y el otro a ese momento, pues aunque seguimos distanciados por más de mil kilómetros, el sabor de su piel permanecerá eternamente en mis dedos…

Hasta última hora no tomé la decisión de aceptar la invitación para ir a esa reunión de negocios que para mi colega era importante que estuviese. Aunque un primer momento no tenía muy clara la razón por la que yo debía estar presente, durante el vuelo de ida descubrí que no se trataba de un negocio cualquiera, sino de una apuesta personal de Alberto, que a toda costa quería entrar en el mundo de las nuevas tecnologías. La idea –según me explicó—era escuchar a esos jóvenes empresarios que habían apostado por montar su propia empresa; y luego, con delicadeza, ir argumentando los motivos por los que solos no podían continuar con el proyecto, y poco a poco llevarlos a nuestro terreno para hacernos con más del 60 por ciento de la sociedad y a un precio no muy elevado, ya que “lo importante es que los recursos que aportemos sean dedicados a impulsar la empresa”. Como teoría no estaba mal, y para eso… sin lugar a dudas la mejor compañía con la que podía asistir era yo.

Llegamos sobre las 11 horas al Aeropuerto de Barcelona, y rápidamente tomamos un taxi dirección al Hotel Arts Barcelona, dónde teníamos salón de reuniones reservado para las 12 horas y dos Suites Ejecutivas. Llegamos con tiempo suficiente para que cada uno tomara su suite y dejar nuestras pertenecías. Llegó la hora de la reunión. Tres chicos jóvenes, bien trajeados, corbatas con tintes modernos y dos chicas que se dividían en la más atrevida y que desde luego parecía que iba a tomar la iniciativa; y la típica con cara de buena, mirada dulce, ojos negros rasgados, pelo corto y traje chaqueta azul marino.

Presentaciones, miradas, posiciones estratégicas y comenzó la reunión. A mí me tocó sentarme frente a Elena, la chica que parecía ser la más atrevida y que sin embargo se convirtió en un adoquín aburrido que sólo asentía con la cabeza. En el otro extremo de la mesa redonda con la que intentamos acorralar a aquellos jóvenes empresarios estaba Tina, la ejecutiva con cara de mosquita muerta que escondía a la ejecutiva agresiva que tras casi tres horas de reunión fue capaz de lograr que se quedarán dentro de la sociedad con el 45 por ciento de las acciones y que aquella aventura de Alberto, le costase una inversión cercana a los dos millones de euros.

Apretones de manos después, nos despedimos y cada grupo marchó a almorzar y a tratar de descansar después de aquella mañana de emociones. Nosotros, Alberto y yo, teníamos claro que ya que todo había ido más rápido de lo previsto y que no teníamos que ocupar la tarde a continuar con la reunión, aprovechamos que era jueves y apostamos por ir a un buen restaurante, y a partir de ahí, dejarnos llevar por el ocio.

Pese a que el Arts cuenta con un excelente restaurante, el Arola, mi compañero de negocios y amigo, Alberto, quiso ir al Petit Comité, maravilloso lugar al que desde luego alguna vez en la vida hay que ir. Fuimos en taxi sin pasar previamente por la suite. Un almuerzo agradable, cargado de vino y con conversación ilusionante de cara al futuro de los negocios que estaba dispuesto a iniciar y las aventuras que quería protagonizar Alberto, para lo que desde luego quería contar con mi compañía, algo que no tenía decidido y que desde luego no iba a decidir en menos de seis meses. Por el momento, el almuerzo sirvió para establecer que nuestra relación iba a ser de colaboración, además de amistad. Pero el almuerzo no sólo iba a servir para reforzar nuestra amistad…

No estábamos sentados en un reservado, pero sí en una mesa esquinada, que daba juego a la confidencialidad, por lo que desde mi posición no tenía visión de todo el salón del restaurante, lo que no impidió que su voz despertara mis instintos. Tenía el soniquete de su tono metido en la retina, pero no era capaz de concretar, pues no me cuadraba que la casualidad me hubiera llevado al mismo restaurante en el que estaba almorzando Tina.

Levante la mirada… miré para un lado y para otro… y no terminaba de situarla, sin embargo, pude intuir unas piernas cruzadas, medias oscuras y zapatos de tacón, azul marino… como el traje con el que Tina entró en mis deseos más sensuales. No pude evitarlo y me excusé ante Alberto para ir al baño. “Pídeme un cortado, voy al baño”, espeté mientras me ponía en pie y me dirigía al baño, para lo que no dudé en pasar por el sitio que más visibilidad me diera para localizar esa voz que me traía loco.

La vi, sentada en una mesa con tres personas más. No eran los mismos con los que había asistido a la reunión. Una chica más y un chico. Pero no recuerdo nada de su compañía, sólo fijé mis pupilas en sus labios, en los gestos de sus manos. Hice por pasar directamente por su mesa; y haciéndome el sorprendido saludé.

“Vaya, buenas tardes, qué casualidad”, ella levantó la mirada y su gesto lo dijo todo. “Buenas tardes, ¿qué tal? ¿Celebrando la adquisición?”, mantuvo su tono institucional y negociador, como si la reunión no hubiese concluido.

“No, en realidad, celebrando la posibilidad de participar en un proyecto en el que hay personas tan interesantes como tú”, respuesta contundente y cortante… lanzó media sonrisa y quiso seguir por su lado frio. “No, no creas… seguro que seremos un dolor de cabeza para tu socio”. El choque fue frontal, ante lo que le deseé buena sobremesa y continúe hacia el baño.

Al regresar a la mesa, le susurré a Alberto sobre la presencia de Tina en el establecimiento. Y su reacción no se hizo esperar. “Vaya, esos ojitos… ¡esa Tina te pone!”; había que cortar rápido con la broma, pues Alberto es el típico chico sin vergüenza que no duda en sentarse en la mesa y decirle. “Mira, a mi amigo le pones, así que vamos a dejarnos de tonterías, ¿te apetece quedar esta noche con él?”, así actúa Alberto, y la verdad es que no le va mal, pues cada vez que ha hecho algo parecido, ha terminado él acostándose con la chica en cuestión.

“No, no te equivoques”, contesté ante la insinuación de Alberto, “sólo que está aquí parece que con unos amigos y no estaría mal invitarles a tomar una copa”. Sin mediar palabra, Alberto actuó a su estilo, y se acercó a la mesa de Tina

“Buenas tardes Tina, perdona que te moleste, pero me ha avisado Alejandro de tu presencia y no he podido evitar el venir a invitaros a compartir sobremesa”, aunque desde mi mesa no podía ver las caras, imagino que tras la sorpresa, algo le llevo a Tina a aceptar pues seguidamente, me vi rodeado por dos camareros que modificaban la mesa, ampliando el espacio y situando tres sillas nuevas alrededor de la mesa. Luego presentaciones; y los cinco sentados frente a café, postre al centro y varias copas de licor sobre el tapete. La conversación fue muy afable, para eso Alberto es un especialista y sabe llevarse a la gente a su terreno para hablar de lo divino y lo humano y tratar de conseguir que todos se sienten bien. La tarde siguió avanzando y las copas aumentando, hasta que llegó el momento de cambiar de ambiente. Tina, que había logrado relajara su tensión con los dos gin tonic, propuso ir a seguir con la conversación a un café de copas cercano y que regentaba un amigo.

El sitio era agradable. No contaba con mucha luz, mesas altas con taburetes y una barra ancha y cómoda para pedir. Estaba tranquilo, con las personas justas para poder charlar y no estar envuelto en grandes ruidos. Una música de fondo acompañaba la conversación y aprovechando que eran mesas altas, me adapté para tomar posesión de la barra, que por otro lado, es mi lugar preferido para tomar una copa. Me acerqué a la barra con la excusa de pedir un poco más de hielo, y ofreciendo a los presentes si necesitaban algo más. Tina, me miró y no dudó en advertir “te acompaño, y saludo a mi amigo”.

El tiempo se nos fue de las manos sin darnos cuenta y tras presentación de amigos, leve explicación de que íbamos a comenzar a trabajar juntos, nos quedamos en la barra, charlando… desenfadadamente por primera vez desde que nos conocimos. No podía apartar mi mirada de sus labios, era esplendorosa en la exposición, movía las manos con delicadeza, mordía sus labios ante dudas, sus ojos marrones clavados en mi frente. Estaba preciosa, la agresividad era la coraza que utilizaba para no resultar como era, es decir, para no descubrir que es encantadora. La sentí cómoda, y eso hizo que bajase mis defensas y me expusiera, dejando que el coqueteo (aunque no se me da muy bien) hiciese de las suyas. Su fragancia me acaparó de tal forma que perdí la noción del tiempo. Alberto se acercó a la barra acompañado por los amigos de Tina, y el alcohol ya estaba haciendo sus efectos en todos…

“Bueno, tortolitos, nosotros nos vamos”, rompió nuestra conversación, lo miré y sin pensar… “pues bien, yo me quedo con Tina, que seguro que me va a llevar a un bonito sitio a cenar”, dije dirigiendo la mirada desafiante hacia Tina a la que pregunté “¿verdad?” Detecté que quedo cortada, pero salió con agilidad del envite. “Claro, hay que continuar con la celebración”.

Ya solos; y con el aumento de ruido, nuestros cuerpos se fueron acercando y acomodando. Cada vez sentía con más fuerza su calor, sus movimientos y el escote que dejaba que mi imaginación se metiera entre sus pechos, saboreando sus lindos y firmes pezones…

Mis labios rozaban su cuello, que quedaba al descubierto como consecuencia del pelo moreno, corto y revuelto. La pasión nos llevó a irnos al hotel, subir a mi suite y dejar que nuestros cuerpos se deslizaran por la pasión. Tina es preciosa… mis manos rozaban sus hombros, despacio empecé a bajar las tirantas de la camisa para sentir el tacto de su piel. La chaqueta yacía en el suelo, sus piernas entrelazadas con las mías mientras mi cuerpo apretaba el suyo. Permanecíamos en pie, mientras nuestras ropas caían sin piedad.

Mis labios carnosos recorrían su cuello, su sabor clavado en mi lengua y miles de besos perdido por su piel. Sus manos jugueteando con mi pelo. Mis dedos rozando su espalda, sentí su piel suave, su olor a lujuria, estiró su cuerpo esperando sufrir el peso del mío. Desnudos caímos en la cama. Sus pechos húmedos, sus pezones firmes, jugando con sus manos… Ella dominaba la escena con sus muslos. Abrió sus piernas, me atrapó entre su calor y su humedad y su pubis moreno y con cuidado buscó mi sexo sin querer enredarse en previos. Mi lengua se perdió por todo su cuerpo… Su respiración… sus jadeos… sus miradas… sus dedos huesudos y manos cuidadas atraparon mi torso… Bella, dulce, hermosa… pasión, tentación, locura…

Mientras sus pechos apretaban mi torso, abría sus morenos muslos que olían a sexo. Mis labios carnosos bajaban por su tronco hacia su ombligo, recorriendo su cintura con mi lengua hasta alcanzar su sexo. Su pubis suave, jugoso y húmedo hizo que se perdiera mi pasión. Abrí su coñito muy despacio, para saborear su placer y para que mi lengua entrara en su ser con fuerza, rompiendo la rigidez de su clítoris. Con la puntita de mi lengua estuve jugando con su clítoris hasta sentir que sus jadeos pedían sentir mi falo duro, ancho y perverso penetrando su cuerpo. Levantó los muslos para que mi sexo rozara sin piedad su coñito. Abrió su sexo para que mi polla muy dura y desesperada por ella la penetrase… pero no quería que ese instante pasara, introducí la puntita de mi polla en su coñito mojadito… y cuando su placer salía por su boca, la saqué…

“Quiero comerte esa polla dura”, me susurró, mientras clavaba sus rodillas en la cama y con su boca buscaba mi sexo. Fue un 69 perverso… sentí cómo se corría en mi boca mientras mi polla entraba entera en su boca, adulterando su garganta. La mojaba, la saboreaba, paseó su lengua por mi polla hasta que tuvo su primer orgasmo… sus caderas se movían buscando que la penetrase; y yo deseaba entrar en ese coñito morenito mientras sus pechos se movían al ritmo de su cabalgada. Colocó su coñito sobre mi polla y se la introdujo despacio… sin soltarla hasta que estaba dentro del todo, para dejarse caer y sentirla dentro. Entonces empezó a mover sus caderas, sin cabalgar… refregando su clítoris y mojando todo mi polla, no me dejó hacer nada, ella cabalgó, se corrió y me pidió que me corriera dentro de ella. Fue maravilloso… nos corrimos juntos… nos mojamos y me pidió que la penetrase por el culo para terminar con el cuarto orgasmo que compartimos.

Fue una noche bestial, sexo sin freno y mis cuerpo tatuado en el suyo. Mientras dormía la miré, con paciencia, recreándome en ella y la belleza que representaba. Tina es morena, ojos marrones, rasgados, piel suave, dorada e hidratada, curvas, cintura, buen culo duro… desde luego hace deporte, muslos tersos y unos pechos preciosos. Sus pezones duros te llevan a la tentación de besarlos y lamer.

La noche llegó sin piedad, y con ella la despedida. Tina aprovechó que yo dormía para salir de la habitación. El día después nunca ha existido. Somos amigos y de ese día sólo quiero recordar que conocí a la mujer con la que hubiera sido feliz.

Tina desapareció aquella noche dejando un mensaje claro y conciso: ‘estuvo genial, pero no se repetirá. Será nuestro secreto. Quiero a mi marido”.