Sintió mi presencia sin oler mi cuerpo, lamió mis manos sin disfrutar de mis dedos, y lamió mi sexo duro sin saber cómo la penetraría… Se sentó en el sillón con su melena rubia posada sobre sus hombros, sus pechos duritos y firmes y sus piernas abiertas, dejando que su tanguita negro, lo único que llevaba puesto, dejara marcado su pubis suave y dulce.
Cerró los ojos mientras imaginaba que mis manos despacio pero seguras recorrían sus senos, que se ponían duritos… sensibles y con ganas de sentir la humedad de mis labios carnosos… Chupó sus dedos antes de recorrer sus pezones, con los que jugó sin piedad. Los sentía duros, los apretó y retorció de placer, sintiendo que era yo el que la poseía… Sus ojos cerrados permitían que su mente se perdiera en un instante de placer. Mientras seguía sintiendo sus pechos mojados, abría más sus blancos muslos que olían a sexo. Quería imaginar que mis labios carnosos bajan por su tronco hacia su ombligo para que mi lengua la lamiera, recorriendo su cintura y buscando la manera de quitarle el tanguita y dejar su sexo libre para ser saboreado. Mientras imaginaba y sus jadeos recorrían la habitación, dejó caer si tanguita negro al suelo, donde permaneció mientras el sudor se empapaba en su melena rubia y bien peinada… Sin perder el placer de su sonrisa quiso imagin
ar mi sexo duro, ancho y perverso penetrando su cuerpo.
Levanto los muslos para que sus manos rozaran sin piedad su coñito. Abrió su sexo imaginando que era yo el que la disfrutaba, el que la estaba saboreando mientras no dejaba de exprimir su placer. Se penetró, sintió mi sexo duro… Sus dedos entraron en su vagina despacio, rozando su placer y dejando su clítoris mojado… Se movía como si estuviera cabalgando sobre mí. Movió sus caderas con ritmo a orgasmo… despacio hasta en siete ocasiones, aumentando el ritmo a la vez que movía sus dedos dentro de ella… Sólo un ‘sí, sigue’ sin remediar mi ausencia… Pero se sentía libre, con la melena rubia y sus ojos cerrados… frente al escritorio, con sus piernas abiertas y de puntillas mientras imaginaba mi calor… Sintió su mano mojada, sus dedos endulzados, y no pudo más… explotó imaginando que sus pechos eran lamidos por mí, sí, saboreados… La chica rubia, sensual… se convirtió en carne pecadora frente a su escritorio y pantalla de ordenador… mientras, él, al otro lado del mundo, saboreó su masturbación y compartió gemidos, a la espera de que el destino les deje cabalgar juntos.