jueves, 9 de septiembre de 2010

TÉ HELADO CON LIMÓN


Sucedió un día cualquiera del mes de julio… Me encontraba tomando un café con hielo y habían pasado las cinco y media de la tarde. Andaba enredado en mis cosas, cuando mis pupilas se dilataron al descubrirla.



Rompió la armonía con un una voz firme y sensual. Pidió un té con limón bien helado y se sentó ante la barra, con delicadeza, dejando el bolso apoyado en un taburete y rozando con sus manos delicadas su flequillo, que retiró utilizando las gafas de sol a modo de diadema.


Presentaba belleza mezclada con excitación. Ojos marrones, pelo rubio por encima de los hombros, tez blanca, labios perfilados, camisa blanca que dejaba adivinar un escote sensual y una falda negra de lino que marcaba la frialdad de sus muslos. Piernas hidratadas y tersas que terminaban en unos tacones espectaculares de color negro que servían para resaltar la firmeza de su trasero.


No dudó en desafiarme con su mirada. Descubrió mi fascinación y retó mi mirada con excitación. Duró quince segundos la tentación para pasar a convertirse en sexo.
Quince segundos de mirada, cinco minutos de presentación y explicación de la tarde tan aburrida… para terminar en la habitación 215 del Hotel Inglaterra.

Entramos a empujones en la estancia, divisé la cama como pude, la aparté de mi cuerpo tembloroso y la miré con perspectiva mientras esperaba apoyada en la pared. Le desabroché la camisa mientras mis labios húmedos y deseosos de pasión recorrían su cuello y nuca… Estaba ardiente y se dejaba hacer, sentía cómo sus manos rozaban mi espalda. Su boca sin saciar pedía mi lengua y sus labios se mordisqueaban mientras mis manos terminaban de lanzar la camisa blanca al suelo.
Sin sujetador, sus senos firmes… no muy grandes pedían ser lamidos… paseé mis labios por su escote, rozando cada una de sus pecas para besar despacio sus pechos, mientras sus manos abiertas se clavaban en mi culo. Intentaba desabrochar mi pantalones vaqueros pero con torpeza, más centrada en sus pezones, que se comenzaban a poner duros, tersos, firmes y mojados, regalé miles de besos a sus tetas para saborear sus pezones que se iban poniendo duros dentro de mi boca, rozando mi lengua con su belleza.

Caímos en la cama con pasión y deseos locos y calientes que se desataron cuando su falda terminó en la moqueta de la habitación. Sus braguitas, con encajes negros, se deslizaron entre mis manos mientras mi boca se perdía en su ombligo antes de descubrir la belleza suave de su pubis. Su sexo depilado, perfumado y delicado hizo que mis labios carnosos se mojasen con su sabor. Abrí sus muslos para saborearla, para besarla, para jugar con su clítoris y para que mi lengua penetrara en su sexo mojado.

Fabuloso jugo se sexo y excitación que nubló mi vista cuando ella no dudó en pedirme sentir mi sexo dentro de su boca. Quiso sentirlo duro, terso, entero para ella. Lo mimó, lamió y besó… preparándolo para que luego ser penetrada… Me lo pidió muchas veces… la obedecí… la sentí correrse y me sintió dentro de ella…

Cabalgó sobre mi cuerpo…a la espera de ponerse a cuatro patas y sentir mis manos agarrando su pelo rubio y desenfadado… la embestí con fuerza y con deseo, hasta que el sudor se apoderó de las sábanas blancas.

Eran las diez menos cuarto de la noche cuando abandoné la habitación para siempre. Ella dormía sobre sábanas teñidas de lujuria. Antes de salir, me miró, y con voz suave se despidió hasta el próximo té helado con limón.

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